Todos pasamos por malos momentos, a veces espantosos, y parece que no hay manera de salir del hoyo. Como si  nos succionase y quedásemos atrapados. Este invierno ha sido uno de esos momentos. Uno infinito, interminable. Pero me ratifico en que toda circunstancia aparentemente “mala” esconde un gran regalo. Esta hoja de ruta es el regalo, y se la dedico a todas y cada una de las personas que han estado y siguen estando a mi lado. Algunas desde que teníamos cinco años y que no dejan de sorprenderme cada día. Otras que siempre están y estuvieron, aunque en silencios intermitentes, dispuestas para auxiliarme a la mínima petición de ayuda. Y también a aquellas que, no supieron o no quisieron estar a la altura de un pozo negro y sin fondo, porque no siempre tenemos ganas o fuerzas para ayudar a los demás. Pero algún día necesitarán ayudarse a sí mismas y espero que esto pueda servirles. Todos ellos, con sus consejos u omisiones, me ayudaron a configurarla.

 

Aquello que nos arrastra a lo más profundo o nos eleva al mismísimo cielo, es lo que solemos llamar emoción. No es exclusivo de la mujeres, aunque nosotras, hormonalmente, lo tengamos más difícil. Porque al menos, una vez al mes, celebramos una fiesta emocional que no se sabe muy bien quién organizó, si dios o el diablo. Emoción (e-moción) viene del latín y significa energía en movimiento. Y a veces, desde luego, parece como si de una montaña rusa se tratase. Dependerá del juicio que tengamos sobre lo que nos ocurra, así se activará una emoción u otra. Si nos quedamos parados, bloqueados o inmóviles, la energía se estanca y hace daño al cuerpo al cabo del tiempo. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.http://dle.rae.es/?id=EjXP0mU

 

1º paso: Date cuenta de la emoción aunque no le pongas una etiqueta clara.

A veces no sabemos con exactitud qué estamos sintiendo, pero sabemos que no estamos bien. Para ello separa el problema de ti. Míralo desde fuera, como si fueras un observador de ti mismo. Siempre hay “algo” que lo activa; una circunstancia que no te gusta, un problema que no sabes resolver, un miedo…

Di: “me siento así…por…”

 

2º paso: Acepta lo que estás pasando.

Lo primero que solemos hacer es resistirnos y tratar de luchar contra lo que sentimos, porque lo consideramos “malo”. Parece que debemos estar siempre “perfectos, alegres, felices…” dando una imagen que no siempre es real y no confesamos como nos sentimos por imagen, por orgullo o por no preocupar a los seres que queremos. Pero todo aparece “para algo” en nuestra vida. Normalmente es para que nos demos cuenta de “donde estamos”, “qué estamos haciendo”, “cómo estamos viviendo”… Algo que debes trascender y que te ayudará a evolucionar. Esta emoción es el combustible que necesitas para elevarte de la situación; la ira te activa, por ejemplo. Tratar de cambiarlo u obviarlo es resistirse. “Lo que resistes, persiste”, y así no se irá nunca. Se hará más duro o más grande.

3º paso: Cuéntalo a los demás.

Para ayudarte a aceptarlo, pero no para regodearte en ello, sino para el paso uno (darte cuenta) y paso dos (aceptarlo). Verás como reconforta el apoyo del otro, el consejo, el amor… A todos nos gusta ser útiles a los demás. Pero ten cuidado de no utilizarlo para que estén pendientes de ti. Un apoyo está bien, abusar, es sinónimo de otra patología.

 

4º paso: Baila, canta, pinta, camina… la emoción en sí.

Si te pide quietud, muévete, baila. Si te pide mucha acción, para. Si te pide enfadarte con todo el mundo, ríete de ella, con chistes, películas, cualquier cosa. Dale una forma, un color, una música, lo contrario de lo que te pida. Observa como va cambiando porque no la alimentas.

 

5º paso: Interactúa con la emoción.

Imagina que pones la emoción (aunque no sepas cuál es) en un objeto y habla con él; ¿qué te pasa? ¿por qué estás ahí? ¿para qué? ¿qué intensidad tienes del uno al diez? ¿qué quieres que haga contigo?

Estas y otras preguntas te ayudarán a comprender y a aceptar. Es una técnica cognitivo conductual aplicada en psicología.

Si es demasiado intensa y no encuentras salida pero ya no puedes soportarlo más, entierra el objeto con toda la emoción dentro.

 

6º paso: Elige qué quieres sentir.

La emoción es como un pensamiento. Aparece desde algún lado asociado a una idea, proyección, concepto, mito…de cómo “deberían” ser las cosas. Por ejemplo: esto que me está ocurriendo es malo, por tanto debo sentirme mal. Pero, ¿qué elijo desde la cabeza o desde el corazón? Hazlo desde ambos lados: piensa qué estás eligiendo y siente lo que eliges. Después puedes crear tu realidad desde la cabeza o desde el corazón.

Elige la idea, el mito, el concepto…de lo que quieres para llegar adonde deseas. Y vive alineado, coherentemente, con esa decisión. Es decir, “como si” fueras ya eso que has elegido. Porque en el fondo ya está dentro de ti.

 

7º paso: Date premios.

Imagina que la emoción (un ego) es como un niño pequeño que quiere salirse con la suya y tienes que educarlo. Si al niño le das todo lo que pide cada vez será más ingobernable. Así que comienza a educarlo ya. Si le gusta el alcohol, las pastillas, el chocolate, el tabaco…cuando te sientas mal te pedirá algo de eso, o todo ello. Si se lo das entenderá que la manera de conseguirlo es incrementando la intensidad de la emoción. De hecho, cuanto peor estás más utilizas estos recursos, así que estarás mal muchas veces.

Haz lo contrario; si estás muy mal castígale y no le des lo que pida. Pero si has conseguido dirigir, crear o elegir tu emoción, dale lo que le gusta y celébralo.

Te darás cuenta que cada vez necesitas menos esos premios porque poco a poco habrás conseguido salir del hoyo.

 

Aprender a salir no es sinónimo de no volver a caer nunca más, es simplemente que cada vez tardarás menos en llegar a la salida. Habrás aprendido que el tiempo que te demores sólo depende de ti y no de lo que ocurra a tu alrededor.

¡Feliz viaje!

 

¡Ah! Una última cosa. Hazte analíticas o cualquier otra cosa que te sirva para ver tu estado físico. Las emociones largamente mantenidas en el hoyo, desgastan mucho y puedes estar energéticamente bajo o con deficiencias. Y recuerda, al final del túnel siempre está la luz.